Jorge Olcina Cantos es Catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante. Es director del Laboratorio de Climatología y Comisionado de la Generalitat Valenciana para el Plan Vega Renhace. Es autor de más de un centenar de publicaciones científicas sobre riesgos naturales, cambio climático y ordenación del territorio. Colabora con diferentes medios de comunicación
nacionales y locales en la divulgación científica sobre el calentamiento global.
Como investigador del cambio climático y sus consecuencias, desde tu punto de vista, ¿cuáles son las alteraciones que consideras más relevantes por su impacto en las condiciones de vida y bienestar a las que estamos acostumbrados?
Para mi son tres los efectos más importantes que ya se están registrando en el litoral mediterráneo español: la pérdida de confort térmico, especialmente en los meses de verano y la mayor frecuencia que están teniendo los episodios atmosféricos extremos (lluvias intensas, temporales marítimos, golpes de calor); y en relación con ellos dos, la acumulación de calor que registra el mar Mediterráneo frente a nuestras costas. Es un mar cada vez más cálido que alcanza temperaturas de mar tropical en los meses de verano. Estos dos procesos, relacionados con el calentamiento atmosférico global que vive el planeta, tienen efectos en el bienestar de las personas y en las condiciones generales de vida para los ecosistemas terrestres y marinos. Son procesos de medio y largo plazo con efecto acumulativo. Y esto es lo preocupante.
El turismo, sector más característico de la Comunitat Valenciana, es uno de los que deben enfrentarse a este nuevo contexto. ¿Qué cambios serán más notables en el clima de la región Mediterránea y qué pueden hacer las empresas turísticas para mantener su competitividad?
El turismo ya se está adaptando. Afortunadamente tenemos un sector turístico muy dinámico que está sabiendo adelantarse a los cambios que exigen el cambio climático. Tanto en acciones de mitigación (ahorro de agua y de energía, cambio en el suministro energético, movilidad sostenible) como de adaptación (diseño de edificios, verdeamiento de instalaciones, elaboración o participación en planes de adaptación municipal). El efecto del cambio climático en el turismo va a obligar a cambiar temporadas turísticas, porque el calor se prolonga hacia los extremos (hacia primavera y hacia otoño), con lo cual la pérdida de confort térmico en el centro del verano por el mayor calor, especialmente nocturno, se va a poder compensar con la prolongación de la temporada alta en mayo-junio y en septiembre-octubre. Por tanto, es necesario seguir profundizando en las líneas de actuación que ya está en marcha en el sector. Y que las administraciones primen las acciones relacionadas con la mitigación y adaptación al cambio climático. En este tema la cooperación público-privada es esencial. Hay que señalar también que se han dicho muchas afirmaciones gratuitas y que no son ciertas sobre el futuro del turismo de sol y playa, que es fundamental en la economía de nuestro territorio; como, por ejemplo, que la subida del nivel del mar debida al cambio climático iba a suponer el final de este modelo turístico. En la cuenca del Mediterráneo la subida del nivel del mar prevista no va a ser tan importante como en otras cuencas oceánicas más abiertas, como por ejemplo, el Atlántico. En el litoral mediterráneo lo más preocupante en relación con el efecto del cambio climático en el mar, está siendo la mayor frecuencia que manifiestan ya los episodios de oleajes intensos que generan daños en primera línea de costa. Pero este es otro debate que habrá que abordar, es decir, la ocupación indebida de primeras líneas de costa, expuestas a temporales marítimos. Por tanto, el turismo de sol y playa no va a acabar por el cambio climático. Al contrario, como se ha señalado, esta modalidad turística va a encontrar una oportunidad en este nuevo escenario, que debe saber aprovechar en el contexto de las medidas de adaptación al cambio climático. Hay que ser muy prudente y estar siempre muy aferrado a los datos científicos para hacer afirmaciones tan ligeras que afectan a muchas familias y empresas que viven gracias al turismo.
Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el número 13 se centra específicamente en la acción por el clima, pero da la sensación que otros ODS como el relativo al agua o los que tienen que ver con la vida marítima y terrestre e incluso los de energía, ciudades sostenibles o producción y consumo responsables tienen una relación estrecha con el cambio climático. ¿Cuáles son las estrategias más efectivas que pueden ponerse en marcha desde el ámbito empresarial en general para hacer frente al desafío climático?
En efecto, hay varios ODS que tienen relación directa con el medio natural y sus elementos (aire, agua, suelo, mar, vegetación) y que tienen metas comunes. El siglo XXI es -o así debe ser- el siglo de la sostenibilidad y de la adaptación al cambio climático. Esto es un camino sin marcha atrás y cuanto antes lo asuman las autoridades y la ciudadanía será mejor para la puesta en marcha de las actuaciones necesarias para cumplir todos estos objetivos. Y hay una estrategia fundamental, la educación; esto es, la enseñanza de estos objetivos en el sistema educativo de los países. La actual reforma educativa en nuestro país contempla esta cuestión y esto es muy positivo. Es necesario que las futuras generaciones se formen en los principios de la igualdad, sostenibilidad, respeto al medio ambiente y a todas las personas. Esto es lo que, desde mi disciplina, la geografía, venimos impulsando desde hace años como ciencia social de base territorial. Ahora es necesario que se implemente en todos los niveles educativos, porque también hace falta incorporar estas enseñanzas en todas las disciplinas universitarias, de forma transversal.
El cambio climático no es una hipótesis de futuro, sino una realidad que vivimos ya. ¿Qué buenas prácticas te parece que nos muestran el camino a seguir en la reducción del cambio climático y también en la adaptación a sus efectos?
Hay países y regiones del mundo que llevan años trabajando en esta cuestión y con excelentes resultados. No se trata de inventar nada, sino de aprender de las buenas prácticas que se están desarrollando por el mundo y aplicarlas aquí. Son magníficos los proyectos que se están desarrollando en ciudades como Rotterdam, Copenhague, con planes de adaptación al cambio climático que son un ejemplo para todos. O también son muy interesantes las medidas de adaptación para el turismo que se están desarrollando en Australia, como acción de gobierno. En España hay buenos ejemplos en el País Vasco y en Cataluña y en la Comunidad Valenciana. Afortunadamente, tenemos aprobada una Ley Estatal de cambio climático que nos va a obligar a cambios importantes en nuestra manera de entender la producción y gasto energético, la movilidad, la planificación hidrológica, la ordenación del territorio…Y en breve tiene que aprobarse la propia Ley Valenciana de cambio climático que nos va a obligar a planificar la adaptación en todos los municipios. Son acciones en la buena dirección, sobre las que hay que seguir profundizando en los próximos años. Esta década es fundamental para poner en marcha normativas y acciones concretas de mitigación y adaptación al cambio climático. Lo que no hagamos en estos años, lo pagaremos en forma de más pérdidas económicas por los efectos del cambio climático en las décadas siguientes. Y recordemos que la región mediterránea ha sido declarada como “hotspot” de cambio climático a nivel mundial, porque aquí convergen mucha población instalada en la costa y elevada peligrosidad atmosférica. El cambio climático es, también, una oportunidad. Una oportunidad para empezar a hacer las cosas bien en nuestra relación con el medio ambiente. Una oportunidad para los ciudadanos, para las empresas y para las administraciones. Esto debe entenderse así también, si queremos solucionar este grave problema ambiental, que nos va a acompañar durante muchas décadas.
Una de las cuestiones que más preocupan a la sociedad sobre el cambio climático es la mayor virulencia que muestran los riesgos naturales, los fenómenos climáticos extremos.
Como comisionado de la Generalitat Valenciana para el plan Vega Renhace, ¿cuáles son las lecciones aprendidas para mejorar la capacidad de defensa del territorio frente a las inundaciones y otras catástrofes?
Hay varias lecciones que se han evidenciado en los últimos años, con ocasión de eventos extremos vividos en la provincia de Alicante (DANA de la Vega Baja, borrasca “Gloria”). Que los efectos del proceso de calentamiento planetario ya se están notando en nuestro litoral mediterráneo, es decir, que el cambio climático ya no es un tema de creencias, sino de evidencias científicas. Que los daños económicos que ocasionan estos eventos son cada vez mayores, con lo cual hay un efecto directo a la economía de familias, empresas y administraciones. Que vivimos en un “territorio de riesgo” porque durante décadas hemos actuado de forma imprudente, irresponsable, sobre nuestro espacio geográfico; ocupando primeras líneas de costa o espacios inundables. Y esto siempre, siempre, tiene sus consecuencias. Que la sociedad quiere vivir segura, y eso obliga a administraciones, técnicos e investigadores a aportar soluciones para reducir el nivel de riesgo que en algunos lugares de nuestra provincia es bastante algo, por ejemplo, en la Vega Baja del Segura. Que tenemos un tejido ciudadano y asociativo excelente en nuestra provincia, que sabe actuar en situaciones de emergencia. En la DANA de la Vega Baja fue fundamental la labor de asociaciones, ONGs de la comarca en las labores de auxilio y atención inmediata a los afectados. Que asimismo tenemos unos cuerpos y fuerzas de seguridad y protección civil que funcionan de forma excelente con ocasión de eventos extremos. Que a veces medidas que se pretendían seguras (encauzamiento de un río) se vuelven en contra y generan más pérdidas que beneficios cuando hay una inundación. Es decir, que se crean sensaciones de falsa seguridad con algunas obras públicas que no están realizadas con arreglo a la forma de llover con la que caen las precipitaciones en los últimos años. Y eso eleva la exposición y vulnerabilidad de las poblaciones que viven en la Vega Baja ante una posible crecida fluvial. Que el Plan Vega Renhace está por encima de la política, y que es la última oportunidad que tiene la comarca para convertirse en un territorio adaptado al cambio climático y resiliente desde el punto de vista ambiental, económico y social. Se ha realizado desde la participación pública y desde la ciencia, sin mediatización política de ningún tipo. De ahí su carácter de plan estratégico territorial de medio y largo plazo. No atiende a exigencias electorales. Se ha realizado para la población que allí reside. Si esto no lo entiende la política, será una nueva oportunidad perdida. Y ya no hay tiempo que perder en materia de lucha contra los efectos del cambio climático.