La incorporación de avances tecnológicos, la digitalización acelerada de numerosos ámbitos de la vida empresarial y doméstica o el desarrollo de la inteligencia artificial abren numerosas oportunidades para el progreso de la sociedad.
Conseguir mayor productividad en los procesos industriales gracias a la automatización, poder comunicarnos con un sinfín de dispositivos, ser transportados por vehículos de conducción autónoma o recibir asistencia remota de un sistema neuronal artificial son algunas de las realidades cotidianas a las que nos acostumbraremos en muy poco tiempo.
Este escenario traerá, sin duda, numerosas oportunidades, sin embargo, estas transformaciones, en muchos casos disruptivas, deben analizarse desde la óptica de la responsabilidad social para maximizar su impacto social positivo y evitar que desemboquen en nuevas desigualdades o contextos de exclusión.
Un nuevo mundo del trabajo
La transición digital abre la puerta a un gran cambio en el mercado de trabajo que puede suponer mejoras en las condiciones de trabajo o en materia de conciliación, mientras que también se espera la desaparición de numerosos puestos de trabajo y la creación de otros nuevos. El balance no tiene por qué ser negativo y algunos estudios apuntan a que el empleo neto puede incluso aumentar.
Los desafíos en la gestión del talento son evidentes. Estos cambios requieren la adquisición de nuevas competencias digitales y eso supone un esfuerzo constante en formación. Es preciso garantizar el acceso a esos conocimientos para todas las personas que lo requieran y que las limitaciones de acceso a la infraestructura y la tecnología de las sociedades menos avanzadas no sean un muro infranqueable. Las nuevas tecnologías no deben convertirse en una barrera para el empleo.
Otro reto en el orden laboral es gestionar el derecho a la desconexión por parte de la población trabajadora. Las máquinas pueden funcionar ininterrumpidamente, pero es preciso preservar el carácter humano de los espacios de trabajo y defender la necesaria conciliación de la vida laboral y personal, sin que la hiperconectividad sea la llave hacia el hipertrabajo.
El diálogo social y las iniciativas voluntarias para lograr entornos orientados al bienestar laboral son el camino a seguir.
El recientemente firmado Acuerdo Marco Europeo sobre Digitalización en el Trabajo subraya la moneda de dos caras que representa la digitalización del trabajo y supone un compromiso empresarial, sindical e institucional para hacer frente a esta nueva realidad.
Tecnología al servicio de la sostenibilidad
En el ámbito de la gestión de la responsabilidad social, los nuevos medios tecnológicos aportan soluciones que a buen seguro servirán para mejorar el desempeño de organizaciones y empresas y acelerar el paso hacia la consecución de los ODS.
La telemedicina permitirá combatir las enfermedades en cualquier entorno, la lucha contra el cambio climático se apoyará en monitorización y big data, las smart cities y el desarrollo de los DTI permitirán que ciudades y destinos turísticos sean más resilientes e integradores, con una gestión más participativa y abierta y al servicio de residentes y visitantes. El manejo de indicadores gracias a la digitalización será más sencillo y eficiente. La accesibilidad y la integración de personas con discapacidad contarán con un gran aliado en la tecnología. Las alianzas serán más fluidas gracias a los avances en información y comunicación. Las plataformas colaborativas pueden conectar eficientemente productores y consumidores y favorecer el comercio justo o el desarrollo de empresas de base social. Un sinfín de nuevas oportunidades se abren para una sociedad que afronta los retos globales.
Nuevos desafíos éticos
Lo que podemos anticipar como un escenario transformador al servicio de las personas también acarrea dilemas éticos dignos de ser considerados y evaluados. La complejidad de los nuevos dispositivos, plataformas y desarrollos puede crear una brecha social digital que convierta en vulnerables a numerosos grupos de personas.
Asuntos como la privacidad o la transparencia en el uso de datos deben ser debatidos y perfeccionados. La accesibilidad y usabilidad de la tecnología ha de prevenir un uso excluyente que discrimine a algunas personas.
Es imprescindible introducir criterios éticos en el uso de los algoritmos y de la inteligencia artificial, debe rechazarse la introducción de tecnologías digitales dañinas para la sociedad, habrá que reforzar la ciberseguridad y será imperativo seguir prácticas responsables de validación y eliminación de datos.